La tarea de ser padre no siempre resulta fácil, más bien al contrario, está plagada de retos emocionales que debemos afrontar y superar. Es habitual que los padres presenten preocupaciones sobre la evolución y comportamiento de su hijo. En ocasiones pueden ver problemas donde no los hay. Pero también se dan situaciones en las que existe un comportamiento que resulta disruptivo o inadecuado en el niño y que hay que corregir, o incluso ocasiones en las que el niño o la niña desarrollan algún tipo de trastorno que requiere de atención especializada.
Partamos de la base de que ser diferente no siempre implica trastorno. No debemos incurrir en el error de pensar que todo comportamiento que no siga la norma, debe ser tratado, porque la grandiosidad del ser humano es precisamente la heterogeneidad en las personas.
Sin embargo, sí existen ciertas generalidades que se dan en el proceso evolutivo normal del ser humano, y que debemos tener en cuenta. El niño atraviesa por diferentes fases, y lo que es adecuada a una edad, a otra edad ya no lo es. Hasta los 7 años el cerebro infantil no es maduro, por lo que el niño puede mostrarse inatento y activo, y no tener ningún problema. El profesional de la Psicología conoce este proceso evolutivo y orientará de forma adecuada a los padres que se encuentren preocupados por su hijo o hija.
Por otra parte, también debemos considerar que la personalidad de los niños y la de sus padres también son variables a tener en cuenta, que no todos los padres son iguales, ni todos los hijos, por lo que es normal encontrar diferencias en los comportamientos de los niños. Además, el estilo de crianza también difiere de unos padres a otros, lo cual influye mucho en los comportamientos que emiten los hijos.
Si queremos delimitar cuándo conviene consultar a un profesional de la Psicología, una posible respuesta sería: cuando los comportamientos inapropiados del niño se alejan mucho de lo esperable o de lo que hacen los demás niños de su edad. En ese caso consultar con un psicólogo sería un acierto. El psicólogo, tras evaluar la situación en su conjunto, nos indicará si es o no normativo el comportamiento del niño, o si requiere de algún tipo de intervención.
Veamos de forma ordenada cuándo conviene consultar con un psicólogo infantil:
- Cuando el niño, de forma repentina, presenta ciertas reacciones inusuales de tristeza, temor, nervios, etc.
- Cuando en sus relaciones con sus iguales no se maneja de forma adecuada, bien porque se comporte de forma excesivamente tímida, bien porque su comportamiento sea demasiado violento.
- Cuando presenta miedos exagerados, que podrían incluso desembocar en fobias.
- Cuando se observan síntomas físicos inadecuados, como tics, dolores de cabeza o estómago, dificultad para dormir, falta de apetito, etc., sin causa médica.
- Ante comportamientos difíciles de manejar, con indisciplina y violencia que resultan excesivas.
- Si se resiste a ir al colegio, si le cuesta concentrarse o se aburre ante las tareas escolares, o si tiene un mal comportamiento en el aula.
- Si sufre acoso escolar.
- Cuando el centro educativo al que acude el niño considera que presenta un comportamiento que merece la atención especializada.
- Cuando te sientes desbordado en la educación de tu hijo y no sabes qué hacer para manejar su desobediencia, su mal humor, o los conflictos en casa son comunes.
En cuanto al tratamiento, no siempre hay que actuar directamente con el niño, en ocasiones la intervención única con los padres resulta eficaz, puesto que únicamente necesitan una orientación sobre cómo manejar las contingencias con los hijos de forma adecuada. Sin embargo, lo habitual en la intervención con niños es que se intervenga con el menor, pero también con sus padres, a los que se les ofrecen pautas para modificar los comportamientos inadecuados de su hijo. En algunas ocasiones el tratamiento adecuado requiere la colaboración con el centro escolar, con el fin de trabajar de forma colegiada en la resolución del conflicto.
Tengamos también en cuenta que, con niños, si queremos prevenir un problema ante una situación sobrevenida, como un divorcio o la muerte de un ser querido, no debemos esperar a que aparezca el daño. En estos casos conviene pedir ayuda a un psicólogo que nos indique cómo gestionar con éxito la difícil situación. Pensemos que el psicólogo conoce la manera en la que los niños manejan las emociones, por lo que puede resultar un aliado muy útil en estos momentos.
En las intervenciones infantiles lo habitual es que el psicólogo mantenga una primera entrevista con los padres, para conocer la situación, a los padres y su visión sobre el hijo o hija, y realizar una valoración inicial del problema en cuestión. Posteriormente, el psicólogo decide la conveniencia o no de valorar al niño, y si fuera necesario, intervenir. Esta intervención se suele realizar de forma lúdica, utilizando juegos, dibujos e historias, para que el niño se sienta cómodo y se exprese de forma natural. En algunas ocasiones también se utilizan los test o pruebas psicométricas, cuando el problema requiere una valoración más estricta.
Lo habitual es que no exista un trastorno que pueda definirse como tal, sino un manejo de la situación inadecuado por parte de los padres, que simplemente necesitan una orientación para modificar la conducta de los hijos.
Cuando hablamos de adolescentes, en ocasiones es complicado que asistan a consulta, por lo que son los padres los que acuden para recibir orientación.